El papel de la mujer en la sociedad ha
ido cambiando con el paso del tiempo, anteriormente la mujer estaba dedicada
100% al hogar, a cuidar y velar por los hijos y estar al pendiente de las
necesidades del varón y del hogar en si.
Conforme han pasado los años, se han
dado más oportunidades a la mujer en el ámbito escolar, laboral y ministerial,
etc., con movimientos como el de la igualdad de género y la liberación femenina
la mujer ha cambiado el hogar por una oficina.
Tenemos la capacidad para hacerlo, hay
mujeres que estudian, trabajan y aparte son líderes de hogar o esposas y
madres; podemos hacerlo y, modestia aparte, lo hacemos bien.
Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
Considera
la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
Y planta viña del fruto de sus manos.
Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
Y esfuerza sus brazos.
Ve
que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
Su lámpara no se apaga de noche.
Aplica
su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
Y sus manos a la rueca.
Alarga
su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
Y extiende sus manos al menesteroso.
No
tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
Proverbios
31: 15-21
Sin
embargo, aunque podemos ser la mujer maravilla y hacer mil cosas al mismo
tiempo llega un momento en el que debemos detenernos. Tal vez estés pensando “Karla ¿detenerme? No, no puedo dejar de
trabajar ni de ver a mis hijos ni nada de ello” pero déjame te cuento que
es necesario parar un poco, detenerte en toda esa rutina de corre, corre,
respirar y analizar para mejorar.
Llega
el momento en que debes tomar la mano de tu varón, verse a los ojos y observar que
hay dentro de tu hogar que debas cuidar más… claro, tus hijos…
“Sé diligente en conocer el
estado de tus ovejas,
Y mira con cuidado por tus rebaños”
Y mira con cuidado por tus rebaños”
Proverbios 27:23
Nuestro principal ministerio es la familia que Dios nos ha dado, todo lo
demás que tenemos es una añadidura para que vivamos bien, de acuerdo a nuestra
propias metas; pero después de cuidar nuestra vida espiritual donde Cristo es
el centro de nuestra vida y nuestro matrimonio, están nuestros hijos, esos
niños, niñas, jóvenes, adultos que Dios nos ha prestado y nos ha encomendado
para instruirlos en su camino.
“Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
Proverbios 22:6
¿Qué estamos haciendo como matrimonio para cumplir ese mandato?
Tuve la dicha de crecer en un rancho
donde habían muchas ovejas, mi padre un hombre sabio de quien aún sigo
aprendiendo era el encargado de cuidarlas, recuerdo como cuidaba de ese rebaño
como si fueran suyas, apartaba las ovejas grandes de las pequeñas para que no
les quitaran la comida a las más indefensas, las vacunaba, les daba vitaminas y
en el tiempo de reproducción unía a las ovejas para procrear, después de ello
las “guardaba” para que en el momento de parir fuera sin complicaciones.
Sabía perfectamente cuantos machos
tenía, cuántas hembras, cuántas de ellas estaban preñadas, cuántos cabritos les
nacían, color, sexo, etc. Y les tenía tanto cuidado porque:
Primero
él entregaba cuentas a su patrón y no podía dar
un dato erróneo.
Segundo
del
cuidado que mi papá le diera a cada cría, dependía si fructificarían en un
futuro
Tercero
mi
papá estaba dedicado a ellas todo el tiempo pues eran su responsabilidad.
¿Cómo lo lograba? Observando, pasando
tiempo con ellas en el corral, asesorándose con veterinarios y siendo
diligente. No recuerdo que alguna vez dijera que había olvidado vacunarlas, de
hecho, su secreto era una pequeña agenda dónde anotaba lo que debía hacer por
fecha, y si había algún incidente lo anotaba también.
Me gusta pensar que a eso se refería
el proverbista cuando nos insta a mirar nuestro rebaño y ser diligentes en el estado
de nuestras ovejas. Cada uno de nuestros hijos tiene una identidad propia, una
forma de ser que lo diferencia del mundo, date cuenta si tienes más de 2 hijos
o hermanos, aunque procedemos de los mismos genes, somos totalmente distintos,
tal vez tengamos parecido físico o hasta actitudes que denotan que somos
hermanos, pero ninguno es igual al otro, cada quien vive su propia vida, esa es
parte de la grandeza de Dios quien nos ha hecho a Su imagen y con su identidad.
¿Realmente conocemos el estado de
nuestros hijos?
Me encantaría pensar que si porque
tengo comunión con ellos, porque son pequeños aún y porque les hemos dado la
confianza de hablar con nosotros, pero ¿qué pasa si ellos no se comunican con
nosotros? O ¿qué pasa si nos ocultan algunas cosas? No siempre conocemos a
fondo a nuestros hijos, debemos estar muy alerta a cualquier cambio en su
actitud, en su forma de hablar, en su forma de vestir, en la forma en la que
hablan con sus amigos, con sus hermanos, en cómo son consigo mismos, qué es lo
que ven, lo que escuchan, con quienes se relacionan cuando no estamos
presentes, cómo se expresan de nosotros, en fin, la lista puede continuar. Tal vez
sea un poco excesivo lo que te comento, pero en la actualidad se requiere que
les prestemos más atención porque no solamente ha habido cambios tecnológicos sino
que desafortunadamente se han perdido de vista valores, a muchos padres ya no
les interesa la disciplina, y cada vez están más lejos de sus hijos, prefieren
suplir las necesidades afectivas que tienen con tecnología aunque pierdan la
comunión con sus hijos.
Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas.
¿Cuántos hijos tienes? Si tienes más
de dos sabrás que no podemos tratarlos de la misma manera porque tienen
características diferentes, así que usando el ejemplo de mi padre veamos qué
podemos hacer para estar más al pendiente de lo que pasa con ellos.
1.
Obsérvalos.- dentro y fuera
de casa, sean chicos o sean adolescentes es bueno conocer su actitud, es
maravilloso pensar que ellos son de igual forma en todos lugares, y si lo es
así ¡qué bendición! Pero si es lo contrario entonces tenemos que actuar, orar,
hablar con ellos e indagar porque su actitud es diferente a la que muestra en
el hogar, tal vez hayan cosas que desconocemos y ese puede ser un buen punto de
partida para mejorar.
2.
Sepáralos.- no me refiero a una separación física sino a “separar” tiempo para cada uno de ellos
en específico. Te darás cuenta de cómo es que ellos se abren contigo cuando les
das esa pauta de confianza, ese tiempo que tal vez sea de una hora diaria con
cada uno o si tus actividades no lo permiten, cada día libre dedicarle un
tiempo específico individualmente puede hacer la diferencia. Mi relación crece
con mi hijo mayor el día que dedico un tiempo solo a él, puedes invitarlo a
tomar café, a ver las nubes en el pasto, una película, no se… pero tomate un
tiempo para ellos.
3.
Hazte su
amiga.- que
ellos sepan que pueden confiar en ti, que no solo te vean como la que pone
reglas, la que manda, la que disciplina sino que vean en ti a la mujer que
daría su vida para que ellos estén bien, un voto de confianza donde antes de
correr a contarle a alguien más sus dudas o miedos corran contigo porque saben
que el mejor consejo se lo darás tú sin hacerlos sentir culpables, sino
apoyados.
4.
Escúchalos.- pero realmente
hazlo, no solo los oigas, pon atención a lo que dicen y cómo lo dicen, por lo
regular conoces cómo se comportan y sabes su estado de ánimo, pero no está por
demás escuchar a detalle su plática, tal vez sean conversaciones muchas veces
que no tengan trascendencia para ti como adulto, pero ellos pueden estar abriendo
su corazón contigo, no pierdas la oportunidad de estar en el momento preciso
para escucharlo.
5.
Vive con
ellos.- involúcrate
en su vida, conoce sus gustos, sus temores, sus pasiones, sus sueños, sus
motivos para crecer, su forma de ver la vida; juega con ellos, déjalos ser
niños, que crezcan solos, que experimenten por si mismos pero de tu mano para
cuando necesiten un impulso, concéntrate en que ellos estarán contigo un gran tiempo
con el favor de Dios y que estás formando a un varón que será padre de familia,
a una mujer que será madre de familia y que a su vez algún día serán el ejemplo
para sus propios hijos, no pierdas la oportunidad de sembrar en sus corazones
la Palabra de Dios.
Mi oración antes de hacer este estudio
fue que nuestro Dios me diera una Palabra para que cada mujer creciera pero que
primeramente me enseñara a mí, que me instruyera a mí, te confieso que durante
el tiempo que llevo escribiéndote he tenido un nudo en la garganta porque mucho
tiempo no apliqué lo que hoy te comparto, mucho tiempo me enfoqué tanto a mi
profesión y a ser proveedora en mi hogar que perdí de vista lo que realmente
importa: mis hijos.
No quiero decir que si trabajas dejes
de hacerlo para dedicarte a tus hijos, sino que te des un tiempo tal vez mínimo
para ti pero que te aseguro será de bendición para tus hijos. Cuidemos con
diligencia a esos pequeños que Dios nos ha prestado, pues algún día
entregaremos cuenta a nuestro creador de lo que hicimos con las ovejas que nos
encargó.
{ORACIÓN}
Padre, en el nombre de Jesús nada como
tu Palabra para refrescar mi alma, que bendición es contar con tu dirección
para crecer día a día y aplicar lo aprendido. Hoy mi amado Señor te doy gracias
por cada uno de los tesoros que me has encomendado cuide para ti el tiempo que
tengas establecido, gracias por el corazón de cada uno de ellos, por su
identidad, por hacerlos tan diferentes uno del otro, por cada alegría que me
han dado, por cada berrinche que han hecho porque aprendo de tolerancia y
paciencia, gracias por cada beso de amor que me dan porque sé que eres tú amándome
a través de ellos, permíteme ser un modelo a seguir para ellos, instrúyeme como
debo actuar para que ellos puedan confiar en que mis actitudes están basadas en
tu Palabra y que son dignas de confianza. Perdóname Señor por el tiempo que
enfoque mi mirada en otra dirección distinta a ellos, sólo te pido que me des
la oportunidad de resarcir ese tiempo y que podamos estar en comunión todo el
tiempo, bendícelos a cada uno con la bendición de Abraham, de Isaac y de Jacob
y tenlos en el hueco de tu mano y bajo la sombra de tus alas pues creo en fe
que habitamos a tu abrigo. Gracias, gracias, gracias amado Jesús por tu amor,
tu confianza en mí como madre y por no dejarme ¡nunca! Te amo con cada átomo de
mí ser. Amén.
Cuidemos
el rebaño
Dedicada a Servirle
Karla