Hoy estudiaremos
acerca de la obediencia a la Palabra de Dios y cómo es que respondemos a ella.
Anteriormente
hablamos acerca de la fe
en las pruebas y en
las tentaciones, en cómo poder diferenciarlas, reconocerlas y actuar de
manera correcta y oportuna. Pero, ¿Qué pasa cuando alguien nos llama la
atención acerca de algo que estamos haciendo de manera errónea de acuerdo con
la Palabra de Dios? ¿Cómo reaccionamos cuando nosotras mismas la estamos
leyendo y encontramos que estamos haciendo lo contrario a lo que en ella dice?
Hay una
frase que me gusta mucho y que dice: “tenemos
dos oídos porque necesitamos oír más de lo que hablamos, por eso solo tenemos una
boca”.
Santiago
nos aconseja:
Esto sabéis,
mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír,
tardo para hablar,
tardo para la ira; pues la ira del
hombre
no obra la justicia de Dios.
Santiago 1:19-20
Es un versículo que lo podemos aplicar en nuestra
vida diaria y por supuesto en nuestra relación con Dios.
·
No hablemos de más.
·
Escuchemos bien.
·
No nos enojemos sin razón.
En nuestra vida diaria es fácil
enojarnos cuando alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, cerramos
nuestros oídos y determinamos alejarnos airadas u ofendidas sin siquiera dar
oportunidad al diálogo.
De todas las ocasiones que
alguien opinaba diferente a Jesús, ¿Cuántas veces cerró sus oídos, habló de más
y se fue? Nosotras vivimos en un mundo donde continuamente hacen cosas
contrarias a la Palabra de Dios ¿cómo actuamos? ¿Miramos a otros con compasión
o vamos por la vida agrediendo a quienes piensan distinto?
Mucho que aprender de Nuestro
Señor. Aun, necesitamos una actitud humilde ante la Palabra de Dios. Tal vez
hayas pasado lo siguiente, que mientras lees tu Biblia encuentras alguna
escritura que confronta tu vida, te muestra que en realidad lo que has creído o
practicado no es del todo correcto. ¿Qué haces? Tal vez cierras tus oídos,
sigues leyendo pero con un tantito de rebeldía o enojo porque te ha mostrado el
error y prefieres dejar de lado un tiempo el estudio de la Palabra y te
refugias leyendo o escuchando solo aquello
que va de acuerdo con tu creencia personal, sin darte cuenta de ese enojo
contra la Palabra porque ha expuesto tu error o pecado.
O quizá no, tal vez en realidad
tu espíritu es enseñable a la Palabra y receptivo a su voz.
Ser prontos para oír la Palabra de Dios
con un espíritu humilde y enseñable, estar siempre centradas en Dios.
Tardo para hablar, no actuar de manera
precipitada que nos pueda llevar a pecar.
Tardo para airarse, recibamos con
gratitud y mansedumbre lo que la Palabra tiene para decirnos.
Por lo cual, desechando
toda inmundicia y todo resto de malicia,
recibid con humildad la
palabra implantada,
que es poderosa para
salvar vuestras almas.
Santiago 1:21
Nada
mejor que escuchar lo que Dios tiene para decirnos a través de Su Palabra,
tanto por aprender, hacer, vivir; Su Palabra nos muestra la manera en que
nuestra vida es agradable a los ojos de Dios.
Pero, ¿De qué manera la
recibimos? ¿Realmente la escuchamos? ¿Nos tomamos tiempo para escuchar la voz de Dios a través de Su
Palabra? Santiago 1:22 dice:
Sed hacedores de la
palabra y no solamente oidores
que se engañan a sí
mismos.
Pongan en
práctica la Palabra. Es hermoso conocer la Palabra de Dios, apasionante estudiarla, pero, aún
más hermoso y gratificante es vivirla y practicar lo que ella nos enseña.
¿Por qué leer y aprender de la Palabra de Dios si
viviremos de manera contraria? ¿Aprenderías a tocar el piano para nunca
componer una melodía? Pasa lo mismo con la Palabra de Dios, más aún cuando
desde pequeñas aprendimos a hacer todo de manera errónea, Su Palabra nos
muestra qué cambiar, cómo hacerlo y para qué hacerlo.
Nuestra vida
debe ser evaluada a través de la Palabra de Dios continuamente.
·
¿Qué tanto me parezco a Cristo?
·
¿Qué de todo lo que aprendí hoy o esta semana estoy llevando a cabo?
·
¿A qué debo renunciar por amor a Cristo?
·
¿Cómo puedo reflejar que Cristo vive en mí?
Porque mucho me temo que, si conocemos demasiado
sin aplicar, sin vivirlo, como lo menciona Santiago 1:22, nos estamos engañando…
Porque
si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor,
es
semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo;
pues
después de mirarse a sí mismo e irse,
inmediatamente se
olvida de qué clase de persona es.
Santiago 1:23-24
Sucede que cuando no prestamos atención, pequeños
grandes detalles los pasamos por alto. Eso mismo pasa cuando leemos la Palabra
de Dios “por encima” solamente, la
leemos sin detenernos a meditar en ella, con conciencia de que algo tiene para
decirnos. Si la leemos solo para cumplir con un tiempo específico perderemos lo
hermoso que tiene en todo.
La Palabra es
como un espejo que refleja lo que hay en nuestra vida, nuestra alma, nuestro
corazón. Si no tomamos el tiempo para conocerla. ¿Cómo sabremos donde es que
necesitamos pulirnos más, corregir y cambiar?
Pero el que mira
atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad,
y permanece en ella,
no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino
un hacedor eficaz, éste
será bienaventurado en lo que hace.
Santiago 1:25
Santiago
nos anima a buscar en la Palabra de Dios, hacerla parte de nuestra vida y no
solo escucharla y hacer caso omiso. Necesitamos
detenernos en la Palabra y examinar nuestra vida a la luz de ella y para eso se
requiere tiempo.
Y,
por último, es necesario aplicar lo que nos dice Su Palabra, lo que hemos
aprendido, lo que nos ha revelado de nuestra condición y corazón.
Si
alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua,
sino
que engaña a su propio corazón,
la religión del tal es vana.
La
religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta:
visitara los huérfanos y a las viudas en
sus aflicciones,
y guardarse sin
mancha del mundo.
Santiago 1:26-27
Leyendo estos versículos me hicieron pensar ¿Qué
tanto muestro a Cristo a través de mis palabras? Y es que podemos tener mucho
conocimiento bíblico, pero si no controlamos la lengua tendemos a pecar.
Ahora, podemos proclamar que somos mujeres
cristianas piadosas, hablar mucho acerca de lo que hacemos para Dios y lo que conocemos
de Su Palabra, pero, ¿realmente vivimos lo que predicamos? Hay un abismo entre
solo decir qué hacer y realmente estarlo haciendo. ¿Cómo afirmamos la fe que tenemos en Dios en cuanto a Su Palabra?
Fe genuina es una continua obediencia a la Palabra de Dios.
Necesitamos
compartir el Evangelio y afirmarlo con nuestra vida. Porque no es lo que sepamos, sino lo que hacemos
lo que muestra quienes somos en Cristo. Padre, moldéanos conforme a tu Palabra.
En Su Gracia
K A R L A
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